Lágrimas de miel: propuestas para un arte del mal

Desde que surge el arte, éste ha usado todo tipo de temas (sobre todo con su secularización, claro) para comunicar ideas, sensaciones o emociones, y a la hora de desempeñar una tarea, el individuo hace uso de las herramientas que están a su alcance para llevarla a cabo. Así, al presentar una parte de los ejercicios de- sarrollados en el Grado, recordamos a Sade y Baude- laire, así como a tantos precedentes que más adelante abordaremos, y decidimos acuñar el término arte del mal. La creación de un arte que llamásemos del mal no surge de la nada. Lo cierto es que a nuestro ideal estético le gustaría que fuese así: es decir, crear un arte cuya explicación o propósito fuese un misterio, y no es ajena a esta preferencia que, con el paso del tiempo, hayamos ido abrazando una inefabilidad teórica de la práctica artística, que la falta de herramientas con que interpretar la pieza, objeto de contemplación, dispare la imaginación de espectadores y artistas. Se trata, en definitiva, de evitar el discurso fácil, aunque pueda ser justo y hasta necesario, y de gozar de absoluta libertad al crear: lo cual, naturalmente, choca con cualquier tipo de dogma.