El juego libre en la ciudad: contener lo inabarcable

La relación entre juego y espacio público es compleja y paradójica. Nos habla sobre los límites, y sobre la dificultad de querer encerrar en un espacio regulado y limitado, una acción espontánea, que inventa sus normas en cada momento. Crear espacios para el juego en la ciudad es como si intentásemos atrapar algo que tiende al desbordamiento por naturaleza. Nos habla también acerca de esas acciones invisibles que no dejan huella pero que acaban transformando los lugares. Acciones que no resuelven nada, sin finalidad, inacabadas, que logran incidir en el espacio construido. El juego es algo muy serio. Se define, de un modo difuso y ambiguo, por atributos de poco valor de uso como la imaginación, improductividad o inutilidad. Tal vez por eso, su presencia es cada vez más escasa en la ciudad, así como la de su principal protagonista: el niño. Resulta necesario reivindicar el juego y volver a situarlo en el centro de nuestras vidas. Este texto se divide en tres partes. La primera trata de aproximarse a una definición del concepto del juego, a partir de los estudios teóricos de Johan Huizinga y Roger Caillois. La segunda se detiene a explorar las posibles formas de relación entre juego y arquitectura. Finalmente, la tercera parte traza un recorrido por los lugares del juego en la ciudad, a través de la pintura, fotografía, poesía o arquitectura. Igual que el juego, que nunca acaba –únicamente lo abandonamos–, este texto no pretende resolver la cuestión del juego en la ciudad. Representa tan solo una aproximación y una mirada, entre todas las posibles, con la certeza de que muchas cosas quedan fuera del papel. Al abandonarlo, como en un juego, podemos volver a empezar, encontrando otros recorridos a través de los lugares del juego.