Esta tesis analiza las prácticas culturales existentes en lo que denominamos "izquierda antagonista", es decir, la izquierda socialmente percibida como a la izquierda de la socialdemocracia contemporánea. La hipótesis de partida es que esas prácticas siguen una lógica elitista de distinción, empleando el conocimiento y la cultura como un bien acumulable con capacidad enclasante o elitizante. En tal medida, al igual que las élites económicas exhiben consumos materiales lujosos, de difícil acceso a las capas populares, para remarcar su superioridad económica, las élites culturales exhiben su capacidad de consumir cultura difícil, elevada, no accesible para cualquiera. Creemos que importantes sectores de la izquierda antagonista son identificables como tales élites culturales, especialmente aquellos que gozan de mayor visibilidad en la esfera pública. En los capítulos 1 y 2, se recuperan y sintetizan teorías existentes, especialmente de Sigmund Freud y Elías Canetti, sobre el liderazgo popular, para entender algunas de las dinámicas según las cuales se establece o se rompe. En los capítulos 3 y 4, se recupera el pensamiento de Thorstein Veblen, Pierre Bourdieu y Thomas Piketty, para comprender las causas y funcionamiento de la lógica de distinción cultural que constituye nuestro objeto de estudio. En el capítulo 5, se hace un repaso sobre las propuestas más recientes acerca de las relaciones y tensiones entre la izquierda antagonista y las clases populares. En los capítulos 6 y 7, a través de datos cuantitativos de otras fuentes, y de datos cualitativos producidos por nosotros (entrevistas y grupo de discusión), se contrastan hipótesis, se comprueba que, efectivamente, tales lógicas elitistas existen de modo común en la izquierda antagonista y se recogen formulaciones concretas sobre la misma presentes en el imaginario social. En el capítulo 8, a través de análisis cultural y estudios del discurso, se exploran las causas de que la izquierda antagonista haya adoptado tales lógicas, donde destaca la aparición de la ontología idealista kantiana (Kant, Fichte) y de la ontología de la diferencia (Heidegger, Deleuze, Derrida) como pensamientos en los que lo trascendente a la razón ocupa una posición ontológica central, de modo que lo intelectualmente difícil aparece como más cercano a lo ontológicamente elevado. También se analiza cómo se efectúan aquellas lógicas de distinción cultural en el ámbito discursivo, donde destaca el hábito de complicar y oscurecer innecesariamente los productos culturales, lo que los hace inaccesibles y, por tanto, acumulables de manera exclusiva. En los capítulos 9 y 10 se analizan los efectos sociales y políticos de todo ello, siendo especialmente relevante que tales sectores, con su producción cultural excluyente e inaccesible, perpetúen a las clases populares en una situación de desposesión cultural y sentimiento de inferioridad intelectual. Ante esto, tales clases populares reaccionarían con sentimientos de animadversión hacia la izquierda. Esto se vería potenciado por el hecho de que la cultura producida por los sectores conservadores no suele ser inaccesible (pues estos logran su distinción a través del consumo material, más que a través del cultural), por lo que su producción discursiva y cultural tiende a tener más éxito entre las clases populares actuales. De tal modo, estos sectores izquierdistas lograrían ascenso y distinción social a costa de sacrificar sus objetivos políticos e ideológicos de igualdad y emancipación popular. Por último, en el capítulo 11 tratamos la cuestión de si, por todo lo anterior, tales sectores izquierdistas son identificables como "clase dominante", tal y como otros autores han hecho. Respondemos negativamente a esta pregunta, proponiendo que es preciso comprender de modo distinto la relación que hay entre participar de lógicas de dominación y formar parte de clases dominantes, ya que el funcionamiento actual de la sociedad de clases exige involucrar a todo y a todos en el ejercicio de dichas lógicas.