Hace pocos dias me hicieron llegar el ultimo editorial de la revista Perfiles Educativos (2016), donde se exponia una interesante y aguda reflexion sobre los problemas y desafios que enfrentan las revistas academicas en el campo de la educacion. Evidentemente, este aciago horizonte —porque asi siempre se nos esta presentando desde ya hace anos— plantea dificultades en lo que es la difusion de las revistas, los procesos de ingreso y mantenimiento en indices y bases de datos reconocidas, la gestion del desbordante numero de articulos que se reciben, la baja incidencia en los procesos de formacion de los investigadores en educacion, y la disponibilidad de recursos para la transicion tecnologica de la gestion editorial. De todos estos handicaps, el que me hizo reflexionar profundamente fue el hecho de remarcar como un problema el incremento del envio de colaboraciones, lo cual de por si deberia ser objeto de satisfaccion y un potencial indicador de prestigio para una revista. No obstante, parece ser mas bien un motivo de devaluacion del propio acto de la divulgacion. Obviamente, la lectura depende de como se interprete la causalidad de la decision que arrastra a un investigador a decidirse a publicar en una determinada revista. En un mundo academico ideal, la decision de publicar en una revista se moveria por la siguiente logica: Tengo algo generado por mi trabajo que considero seria bueno difundir y que va a generar repercusion en mi comunidad cientifica, por tanto… necesito un medio que difunda este tipo de aportacion hacia un publico especifico y que garantice que mi contribucion se identifique con un campo especifico de conocimiento, por tanto… en esa revista sere facilmente encontrado por mis colegas y, por tanto… mi articulo tendra impacto como contribucion para generar una discusion que a la vez retribuira en mi desarrollo profesional y el de mis colegas. A tal fin, la revista proporciona un plus, y es someter dicha colaboracion a una revision previa para garantizar que la calidad del articulo repercuta en la calidad misma otorgada a la revista como medio difusor dentro de ese campo cientifico. De esta manera, existe un maridaje que asegura a usuarios de este servicio —autores y lectores— que en ese medio van a encontrar elementos que estimulen y reconozcan la actividad profesional. Sin embargo, esto no es asi. De un tiempo a esta parte, las revistas no han logrado mantener este ideal porque las propias logicas y motivaciones para “publicar” de los miembros de la comunidad academica parecen alejarse de las mencionadas arriba. Esto a pesar de haberse establecido elementos de evaluacion que pareciera se basan en esta logica y pretenden potenciarla. Precisamente esas logicas han sido responsables de tal avalancha de articulos y no tanto la propia “produccion”, en el sentido del aumento natural de aportaciones relevantes derivado del desarrollo de nuevos centros, programas y proyectos de investigacion. La consecuencia inmediata es una ralentizacion de los procesos de seleccion y edicion, e incluso un retraso en la publicacion de nuevos numeros. A tal respecto, el “flujo” de articulos, visto como el espiritu nutricio que daba viabilidad y validez a los proyectos editoriales de difusion cientifica, pero tambien su sostenibilidad en un equilibrio que lograba ademas hacer de la relacion colaborador-editor una experiencia de aprendizaje, ahora se muestra como una incomoda relacion donde lo que realmente llega, que pueda ser publicable bajo la logica de la eficiencia cientifica, es escaso. La nueva ley establecida en la jungla de la gestion burocratica del conocimiento es la de “publicar o desaparecer”, por no decir ademas que la publicacion se esta transformando en un complemento economico por toda una politica de estimulos a la productividad. Dicho de otra manera, la publicacion se transforma en un fin en si y no en un medio para el desarrollo de otros procesos significativos. Ademas ahora se quiere publicar todo en todas partes llegando a situaciones absurdas donde se quiere hacer actuales y relevantes resultados que ya se han venido divulgando desde hace una decada. Por otra parte, el ritmo de las publicaciones —incluso las electronicas— no puede dejarse arrastrar hacia el vertigo de una celeridad que pide publicaciones en periodos de un ano o incluso menos cuando ni siquiera los procesos investigativos estan concluidos. Asi, el medio se esta llenando de propuestas de investigacion, de resultados preliminares, por no decir que incluso de capitulos introductorios remedados como pretenciosos articulos de discusion teorica, asi como de plagios y autoplagios. A esto se suma el hecho —y queremos pensar que por eso mismo— de que los investigadores no quieren o son incapaces de asumir las labores necesarias para lograr productos editoriales de calidad. Esto se ejemplifica en que muchas contribuciones ni siquiera se estan tomando la molestia de adecuarse a las normas editoriales que se establecen como prerrequisitos, algo impensable se mire como se mire. Pareciera que no se le diera importancia a este aspecto clave para agilizar el proceso de edicion, e incluso de dictamen. Claro que seria peccata minuta si los articulos tuvieran esa calidad de lo relevante e interesante. Cada vez la comunidad academica se permite enviar mas y mas articulos deficitarios en su estructura, redaccion, estilo, claridad metodologica y de resultados, y manejo de un segundo idioma. Buena parte de esta situacion responde a las propias caracteristicas de los programas de posgrado que forman investigadores y que por exigencias de los patrones de calidad establecen como requisitos de titulacion la publicacion por parte de sus estudiantes de uno o dos articulos en revistas arbitradas e indexadas. El asunto no tendria mas importancia si no fuera porque a los investigadores en formacion o noveles se les esta pidiendo una produccion en unos tiempos que dificilmente concilian el tiempo necesario para hacer un buen trabajo de investigacion y los tiempos necesarios para la redaccion, aceptacion, dictaminacion y edicion de los articulos. Ahi nos encontramos con la otra cara de la moneda, pues esos mismos investigadores tienen que asumir el papel de dictaminadores, para lo cual o tampoco disponen del tiempo necesario —que se lo restan a su produccion— o se hastian ante la sucesion de articulos anodinos y faltos de formalidad y claridad. Lo cierto es que el mundo de la produccion academica, como decimos, no se esta moviendo por el estimulo de los “articulos leidos”, los “articulos contestados”, sino los “articulos aceptados”, los “articulos enviados”. Cada vez mas el mundo de las revistas editoriales esta jugando un papel inflacionario donde las cartas de aceptacion son el nuevo papel-moneda, respaldado por unos criterios bursatiles de la calidad que rigen las transacciones de los procesos de evaluacion educativa e investigativa y los tramites de acreditacion y certificacion sobre un valor especulativo. Podriamos decir que la gran crisis neoliberal esta llegando al mundo de la divulgacion cientifica, donde los indices de revista estan cumpliendo el papel que hace unas decadas estuvieron ejerciendo las consultoras en los procesos de normalizacion, acreditacion y formacion en las empresas financieras, o el mismo mercado del arte, programando exposiciones para las cuales no habia aun obra creada o asegurando valores de crecimiento y rentabilidad a fondos inexistentes. Quiero pensar que parte del asunto —como en su momento se aludio a la responsabilidad social empresarial o la responsabilidad artistica— reside en la falta de formacion real del futuro y presente investigador como un divulgador responsable, social y colegiado, conocedor de los procesos de edicion y publicacion e interesado en ver las revistas como plataformas de difusion de su trabajo y generadoras de redes de comunicacion y trabajo. En varios programas de posgrado ya se estan incluyendo experiencias que directamente abordan el proceso de divulgacion del propio conocimiento (ponencias, conferencias, documentales, articulos) y que no solo se centran en los aspectos tecnicos o escriturarios. Tambien conocer los criterios que establecen “que merece ser compartido” asegura un proceso reflexivo —y no irreflexivo como el que vivimos— del colaborador para decidir que, como y cuando publicar, y en donde publicarlo en funcion de tener claro “a quien se quiere llegar”, “de quien se quiere recibir respuesta”. Aqui el gran reto, el aspecto olvidado, el elemento fundamental que las nuevas tecnologias pueden lograr, y que muchas redes sociales de investigadores (ResearchGate.net, Academica.edu, etc.) estan asegurando a sus integrantes, es saber quienes leen, comentan, utilizan y contestan sus producciones. Esa gran incognita que antes lograba evidenciarse a traves de la correspondencia o de la citacion, hoy puede ser el nuevo valor que de sentido a publicar y, en esta perspectiva, lo importante para un investigador no es cuanto ha publicado, sino cuantos procesos de gestion, produccion y aplicacion del conocimiento han dinamizado sus contribuciones en un campo de pensamiento, trabajo y relacion cuyos integrantes son los que deben marcar su propio ritmo de produccion. La cotizacion, por tanto, del valor del articulo no residiria en la propia existencia como objeto del articulo, sino en el respaldo que le daria su valoracion por parte de una comunidad que lo consideraria una contribucion necesaria para seguir trabajando en la resolucion de los problemas academicos y sociales asumidos. Referencias Consorcio Mexicano de Revistas de Investigacion Educativa. (enero-marzo, 2016). Editorial. Perfiles educativos, XXXVIII (151), 3-10.