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¿Es la religión cristiana la única verdadera?, ¿no serán en el fondo todas las religiones igualmente válidas? Estas dos cuestiones traducen la necesidad que tiene todo ser humano de plantearse el valor y la verdad de sus comportamientos y adhesiones, y nacen motivadas por una situación de pluralismo sociocultural. La respuesta teológica a esta situación e interrogantes está aún por darse. Sin embargo, el corazón de la experiencia cristiana lo constituye la realidad de la manifestación de Dios a todos los hombres en la persona de Jesucristo vivida en el encuentro de cada ser humano con Jesucristo. Cuando el cristiano proclama su fe no niega su verdad a las otras religiones; ante todo pone de manifiesto lo que constituye la razón de ser de su vida. Aquí radica la condición primera del diálogo.

El Acuerdo Básico entre la Santa Sede y el Estado de Israel tiene detrás de sí una breve, pero densa, historia de encuentros e intercambios entre judíos y cristianos desde que el 22 de octubre de 1974 el papa Pablo VI creara la comisión Pontificia para las relaciones con el judaísmo, en la línea de la Declaración conciliar Nostra Aetate. En el presente artículo en una primera parte, se señala aquellos antecedentes que han permito llegar a la declaración conciliar. En los siguientes apartados el autor el cómo fue surgiendo la comisión pontificia para las relaciones religiosas con el judaísmo y su progreso veinte años después de dicha declaración conciliar. Termina haciendo una conclusión, de lo que a su parecer, son las avances por donde pueden caminar los judíos y cristianos.