La Sierra de Guadalupe es el último reducto forestal al norte de la Ciudad de México. Para restaurar su cubierta vegetal, o al menos manejarla, es necesario conocer su desarrollo. Es un sistema con unidad por donde transita la energía en formas diferentes según la vegetación, que es el resultado más evidente de condiciones litológicas, edafológicas, climáticas, geográficas e históricas con intervención humana de diferentes tipos. Se describe el comportamiento de cubierta vegetal en la Sierra de Guadalupe en las últimas décadas a partir de la comparación del área y el perímetro de los mosaicos. También se aplicaron cuatro índices paisajísticos: un enfoque matriz-parche-corredor (Puyravaud, 2003), que expresa el cambio de la cobertura vegetal a partir de la ecuación del interés compuesto (Mikels, 2003), la detección de la fragmentación por la cercanía entre los centros de los mosaicos de cada tipo de vegetación; la relación de la disección de un paisaje, a partir de la similitud de los mosaicos, con círculos de la misma área (Bowen y Burgess, 1981), expresada por la posibilidad de que un organismo se encuentre a otro de su especie estando en sitios aleatorios del paisaje (Jaeger, 2000). Con el análisis de la matriz de transición de Markov se observa la sucesión ecológica de algunos mosaicos y también el cambio de uso de suelo forestal a urbano en la mayor parte de la Sierra. El índice de autocorrelación de Moran permite evaluar qué tan agrupados están los parches, o, dicho de otra manera, qué tan constante es el flujo de energía a través del paisaje. Para determinar los mosaicos se compraron imágenes de 1994 y 2019 de la Sierra de Guadalupe, trazando a mano alzada el perímetro de cada mosaico. Se hicieron visitas de campo a la zona de estudio para relacionar la textura y posición de cada mosaico. Se definió la Sierra de Guadalupe como un conjunto de microcuencas con una extensión de 16 813 ha. En 1994, estaban urbanizadas 8698 ha, para 2019 el concreto había cubierto 1741 ha más. Se han establecido 540 ha de bosque y plantaciones, además de las que 1670 ha que ya existían. El bosque de encino se ha extendido por las cañadas sobre 74 ha. La comunidad vegetal más importante en cuanto a extensión hacia 1994 era el matorral xerófilo, cuando representaba 16.8% de la Sierra. En 2019, el matorral xerófilo con pastizal tenía una extensión de 12.7% del total. El encinar cerrado o abierto, ecosistema más conservado y de crecimiento maduro, cubría 334 ha en 1994 y para 2019 alcanzó 410 ha. En cuanto a las masas forestales artificiales, las plantaciones de eucalipto han sido las más extendidas, pues en 1994 representaban 3.7% y 5.2% en 2019. El índice de Puyvaraud (2003) reveló un incremento de la masa forestal de 1.05% por año. Por supuesto, el dosel de la masa forestal no aumenta realmente a ese ritmo, más bien dichas masas se establecieron hasta que fueron visibles en imagen satelital como un dosel establecido. El índice de cohesión de Jaeger (2000) indica nula probabilidad (tanto en 1994 como en 2019) del encuentro de dos organismos de la misma especie hipotéticamente dispuestos al azar en el paisaje. El índice de disección (Bowen y Burgess, 1981) arroja un valor de 5.84% en 1994 y de 8.42% en 2019, lo que indica que el paisaje se ha vuelto más disperso en 3.42% con respecto a la similitud de un círculo de la misma área que todos los parches, es decir, se ha vuelto de un grano más fino. La matriz de Márkov revela las transiciones más representativas (descartando las transiciones a urbanización). Los pastizales se volvieron matorral xerófilo; los matorrales se convirtieron en bosque heterogéneo y encinar; el matorral xerófilo en plantaciones de eucalipto, los matorrales y pastizales en masas de pirul, y los matorrales y pastizales en bosquetes artificiales de pino, casuarina y cedro blanco. Se encontró una correlación de 0.5 para 1994 y de 0.06 para 2019. En general, la cubierta vegetal se ha visto afectada casi en su totalidad por causas humanas, sea con impacto ambiental negativo, como la construcción de colonias, o impacto positivo, como las reforestaciones. Los índices paisajísticos indican que, salvo las plantaciones de eucalipto, la mayoría de las comunidades forestales se han vuelto mosaicos pequeños, dispersos, y con poca área núcleo, configurando un paisaje de grano fino; asimismo, la retracción de la frontera forestal ha promovido mayor fragmentación.