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El net.art fue incluido por vez primera como arte en la red en la Documenta X de Kassel (1997). Así, artistas como Jodi o Alexej Shulgin trabajaban en proyectos exclusivos pensados para Internet. Se trataba pues, desde sus inicios, de un arte en la red, virtual y directo, que creaba mundos paralelos y que estaba abierto a un público ilimitado o imprevisible, siempre fluctuante y sin ningún tipo de mediación institucional. En este sentido, una de sus claves principales era su enorme potencial de difusión o distribución, eliminando barreras tradicionales, tanto económicas como culturales o artísticas. Esto supone que las viejas reglas entran en crisis para dejar paso a otras nuevas que nadie sabe cuáles son, si bien siempre a favor de un arte sin fin. Los primeros netartistas, al margen del género, trabajaron sobre todo con el potencial expresivo de los medios tecnológicos digitales y, frecuentemente, en producciones de carácter efímero y de difícil conservación. Inicialmente se trataba de obras no mercantilizables, si bien se buscaba influir en el espectador, el cual se convierte en miembro de un espacio social y virtual. En este sentido, la intención social primaría sobre la intención artística, ya que ésta última da prioridad a la investigación formal y a los recursos del propio medio. Esta colaboración de artistas se traduce, por ello, en la creación de obras abiertas y dinámicas, de ahí la importancia de estar interconectados. Otra de las claves del net.art es que el espectador se ve obligado a interactuar con la obra, en un feedback permanente en su navegación por la misma. Esto justifica el especial cuidado puesto en la maquetación del espacio virtual, así como en el diseño gráfico en su conjunto. Todo ello, con frecuencia supone la necesidad de un trabajo colaborativo entre especialistas o artistas, los cuales constituyen, por este motivo, comunidades virtuales de trabajo y discurso crítico al margen del ámbito institucional. Las imágenes electrónicas son puro espectro y poseen por ello idéntico carácter efímero que las imágenes mentales, si bien dotadas del atributo de ubicuidad o potestad de estar en todas partes mediante escenarios electrónicos. Se trata de un arte nuevo e intencionalmente híbrido, en el que confluyen tradición y contemporaneidad, realidad y virtualidad, cultura y contracultura. The net.art was first included as network art in Kassel's Documenta X (1997). Thus, artists such as Jodi or Alexej Shulgin worked on exclusive projects designed for the Internet. It was therefore, from the beginning, an art on the network, virtual and direct, that created parallel worlds and that was open to an unlimited or unpredictable audience, always fluctuating and without any institutional mediation. In this sense, one of its main keys was its enormous potential for dissemination or distribution, removing traditional barriers, both economic, cultural or artistic. This means that the old rules go into crisis to make way for new ones that no one knows what they are, although always in favor of endless art. The first netartists, regardless of gender, worked mainly with the expressive potential of digital technological media and, often, in productions of an ephemeral nature and difficult to conserve. Initially these were non-commodable works, although it was intended to influence the viewer, who becomes a member of a social and virtual space. In this sense, social intention would take precedence over artistic intention, since the latter gives priority to formal research and the resources of the medium itself. This collaboration of artists therefore translates into the creation of open and dynamic works, hence the importance of being interconnected. Another key to the net.art is that the viewer is forced to interact with the work, in a permanent feedback in his navigation through it. This justifies the special care placed in the layout of the virtual space, as well as in the graphic design as a whole. All this often implies the need for collaborative work between specialists or artists, which are, for this reason, virtual communities of work and critical discourse outside the institutional sphere. Electronic images are pure spectrum and therefore have the same ephemeral character as mental images, although they have the attribute of ubiquity or power to be everywhere through electronic scenarios. It is a new and intentionally hybrid art, in which tradition and contemporaneity, reality and virtuality, culture and counterculture converge.