El desarrollo es un proceso desequilibrado, en el que operan tensiones, estímulos, contradicciones sectoriales y factores endógenos, peculiares de una única realidad, los cuales requieren en cada proyecto de cooperación un significativo compromiso de conocimiento y de comprensión del rol que juegan los factores de incertidumbre, los vínculos y los factores colaterales de cada elemento significativo (social, cultural, económico, político, etc.). Lo anterior requiere, en primer lugar prever la constante lectura, sin prejuicios, de las necesidades y de las prioridades de los beneficiarios mediante enfoques participativos, junto a una evaluación de los proyectos de desarrollo que no se encomienden únicamente a clasificaciones universales, fundadas en parámetros unívocos y no pocas veces etnocéntricos. Para el logro de un proyecto, de hecho, es esencial una red de relaciones con el territorio donde se quiera operar y un vínculo cultural significativo con su comunidad; precondiciones indispensables en el momento de instaurarse un circuito comunicativo capaz de generar aquella interacción dinámica sobre la cual implementar las relaciones proyectuales. Esto hace de un proyecto de cooperación internacional, en primer lugar, una intervención de comunicación social y de diálogo intercultural, que, como tal, parte justo de un trabajo de construcción del campo comunicativo dónde activar las relaciones de cooperación, en el que en primer lugar se solicita a los operadores modificar sus comportamientos habituales y los paramétricos del propio sistema cultural; de esta manera, la comunidad sede de la intervención, debe abrirse a la confrontación en la disponibilidad que dicha interacción transforme la estructura social tradicional en la dirección que el proyecto social identifica. Donde desarrollo sea ampliar lo mayor posible la esfera de las libertades de las cuales cada ser humano es portador, el parámetro definitivo del progreso será constituido no solo por el crecimiento y por la estabilidad económica, sino por la calidad de vida de las personas, por su libertad de tomar decisiones y sobre todo, de poderlas realizar. Reflexionar acerca del trabajo social en la cooperación entre países, significa, en primer lugar, interrogarse acerca de la misma definición del rol y de las funciones profesionales y acerca de la realidad operativa que éste asume en un determinado contexto, para asumir cuáles son los márgenes de intervención y las posibilidades de acción y para desarrollar el mandato recibido no de manera desvinculada del contexto, sino justo a partir de éste, estando siempre en la lógica y en la finalidad de promover el cambio (Di Rosa, 2013). El trabajo social se caracteriza inevitablemente por la peculiaridad y particularidad del territorio en el que opera. De esta manera resulta evidente que el trabajo social tanzano, no pueda ser medido y evaluado según los parámetros occidentales de adecuación de las intervenciones respecto a las problemáticas territoriales, contextualizando los aspectos prácticos y teóricos de consecuencia. Los mismos conceptos de adecuación y de necesidad son conceptos definibles culturalmente y por lo tanto, variables de nación a nación, aun más si está en otro continente. En Tanzania, como para algunos aspectos también en Italia, la importancia de la figura del trabajador social como promotor de bienestar y desarrollo para toda la sociedad, no ha sido aún plenamente reconocida, ni por la población, ni por el contexto institucional. Para agravar la situación, respecto a las condiciones profesionales de nuestro país, los trabajadores sociales tanzanos no poseen aún una “historia profesional sobre la que se puedan basar el reconocimiento de la misma profesión; además, no son sostenidos por un sistema de welfare estable y en grado de brindar los recursos operativos suficientes para una acción profesional adecuada para las exigencias del territorio. Esto ha contribuido a la estructuración de las dinámicas sociales, colocando el concepto de cuidado comunitario y familiar a la base de la acción profesional. De todas maneras, es una profesión que se está desarrollando en la confrontación con procesos formativos y profesionales occidentales y necesidad entonces de un tiempo mayor para radicarse en la comprensión de la población, tanto que hasta hace algún tiempo, no existía ni siquiera un término específico que definiera a la figura del trabajador social. Como ejemplo paradigmático, respecto a los temas enunciados, puede ser considerada la experiencia del centro Nyumba Yetu, en Tanzania; proyecto de promoción humana nacido en el ámbito de la hermandad entre diócesis que ha unido por cuarenta años a la Diócesis italiana de Agrigento y aquélla tanzana de Iringa. Este compromiso evolucionó con los años gracias al desarrollo de la sensibilidad mundial respecto a los procesos de desarrollo y de cooperación, y creció pasando de una primera fase de asistencia a la población a un esfuerzo constante de valorización de los recursos locales, de activación de las redes entre actores del territorio y agentes de desarrollo internacional.