As my analysis shows, the Hegelian doctrine of property, of the right of necessity and of the plebs, rather than an Aufhebung integrating all the determinations at stake, reveals conceptual aporia and unresolved tensions. And perhaps it cannot be any other way if, as E. Gans rightly wrote in the reprint of the FD, it is a text that aims at the "definitive overcoming of the distinction made in the 17th and 18th centuries between state law and politics", so that Hegel "takes us back to the perspective of antiquity" in which "these divisions and differences were unknown, for then they were only with a great whole, with a universality, Plato's Republic and Aristotle's Politics are both natural law and politics, principles and life-giving realisation". And indeed, because it is a question of the life of men and peoples, Hegel himself has to recognise, more prudently than his philosophical rhetoric would allow, that "what the concept teaches" always comes "after the actual reality has completed and finished its process of formation" and, for that very reason, when "a figure of life has grown old and cannot be rejuvenated". But precisely because of this, the Hegelian attempt to understand social relations and elevate them to a form that overcomes the confrontation between enormous accumulation of wealth and miserable poverty, despite the problematicity of his proposal or precisely because of it, can continue to illuminate the cognitive effort to orient ourselves in the world of life that defines the philosophical task in each new generation, and which today, as Piketty exposes in his recent book, continues to confront us with the dialectic - real and not at all conceptual - of inequality on a planetary scale., Como se desprende de mi análisis, la doctrina hegeliana de la propiedad, del derecho de necesidad y de la plebe, más que una Aufhebung integradora de todas las determinaciones en juego, desvela aporías conceptuales y tensiones irresueltas. Y quizá no pueda ser de otro modo si, como acertadamente escribió E. Gans en la reedición de la FD, se trata de un texto que pretende la “superación definitiva de la diferencia que habían hecho los siglos XVII y XVIII entre derecho del estado y política”, de modo que Hegel “nos retrotrae a la perspectiva de la antigüedad” en que “estas divisiones y diferencias eran desconocidas, pues entonces sólo se las habían con un gran todo, con una universalidad, la República de Platón como la Política de Aristóteles son a la vez derecho natural y política, principios y realización llena de vida”. Y, en efecto, porque se trata de la vida de los hombres y de los pueblos, el mismo Hegel ha de reconocer, con mayor prudencia de lo que su retórica filosófica permitiría, que “lo que enseña el concepto” viene siempre “después que la realidad efectiva ha completado y acabado su proceso de formación” y, por ello mismo, cuando “una figura de la vida ha envejecido y no puede rejuvenecerse”. Pero precisamente por ello, la tentativa hegeliana por comprender las relaciones sociales y elevarlas a una forma que supere la confrontación entre acumulación ingente de riqueza y pobreza miserable, a pesar de problematicidad de su propuesta o precisamente por ella, puede seguir iluminando al esfuerzo cognoscitivo por orientarnos en el mundo de la vida que define la tarea filosófica en cada nueva generación, y que hoy, como Piketty expone en su reciente libro, nos sigue enfrentando a la dialéctica ‒bien real y nada conceptual‒ de la desigualdad a escala planetaria.