Juan Domingo Santos (Granada, 1961) se aproxima a las mesas que reúnen el conjunto de su trabajo sobre la Azucarera de San Isidro de Granada. Dirige su mirada hacia los dibujos, maquetas, apuntes, bocetos, recortes, videos…, que conforma el contenido gráfico-documental de la exposición situada (febrero-abril 2023) en el Crucero del Hospital Real de la Universidad de Granada y que cuenta la historia del pasado, presente y futuro de este importante patrimonio industrial y paisajístico de la ciudad. Son mesas de taller, de sencillos caballetes, adosadas unas detrás de otras, que glosan un proceso de trabajo que empezó allá por 1986. Exponen un contenido que es parte fundamental de la trayectoria vital y personal de un arquitecto que unió su destino al de esta Azucarera y juntos han moldeado, al igual que algunas piezas que se exponen aquí, una forma muy personal de entender la arquitectura y la vida. Estas “conversaciones”, más que una entrevista, se producen sobre este telón de fondo. El mismo, de hecho, que ha acompañado a un arquitecto forjado desde la voluntad de entender su trabajo a través de la relación que establece la ciudad de Granada con su patrimonio arquitectónico y su Vega. Y es que Juan llegó de Sevilla, donde empezó su camino de arquitecto, por la misma vía ferroviaria que vertebra y da sentido a esta antigua Azucarera. Un conjunto de edificios fruto de la Granada de finales del XIX que apoyaba su incipiente desarrollo económico sobre azucareras industriales que construyeron no sólo la ciudad contemporánea, sino un paisaje con ansias de modernidad y que históricamente se veía anclado en el valle del Darro, a los pies de la Alhambra, entre el Albaicín y el Realejo. Granada se abría en aquel entonces a una Vega jalonada de choperas, tabaco y remolacha, y la Azucarera de San Isidro, y otras más, se hicieron parte imprescindible de su paisaje. En la misma torre Alcoholera de la Azucarera que veía en su recorrido de ida y vuelta a Sevilla, Juan Domingo Santos levantó su estudio, su oficina, su taller y su vida, y empezó la construcción de un relato, desde la voluntad de un arquitecto que se anudó a un patrimonio y un paisaje, como un mismo hecho arquitectónico y como parte de un mismo destino. Una historia que ahora se nos ofrece, en la manera de esta exposición y en el preciso momento de esta entrevista, como un alto en el camino, pero que sigue su curso por este lugar, expectante de nuevos retos, en la tarea de alumbrar dónde nos llevará en un futuro muy próximo. Juan habla despacio. Elige las palabras de un escogido repertorio que ha ido almacenando desde la sensibilidad de una persona asertiva y abierta. Un glosario que abarca términos prestados de saberes y oficios que son cercanos a la arquitectura, pero que no le son propios. Rebusca en otras disciplinas como la literatura, la música, el cine, la escultura o la pintura. Son otros ámbitos de conocimiento que le habilitan para alcanzar una explicación de una arquitectura hecha desde parámetros muy personales. Propia a una trayectoria alejada de convencionalismos, con el permanente apoyo del reconocimiento del paisaje, el patrimonio y la arquitectura, entendidos siempre como distintas caras de un mismo prisma. Las mesas recogen dibujos, maquetas e ideas sobre el pasado, presente y futuro de la Azucarera de los últimos 20 años y se exponen con el pudor de quien permite entrar en el taller del arquitecto. El proyecto sobre la mesa, desnudo, figurado en un preciso momento del proceso, en permanente cambio. Un proceso que nos ofrece una variada documentación de este contexto patrimonial aunada por el hilo conductor de una expresión gráfica apoyada fundamentalmente en el dibujo, en objetos prestados y en maquetas de trabajo. Quizás como expresión de una arquitectura que no acaba de formalizarse en su totalidad. El dibujo hilvana un discurso en el que el registro del territorio y la investigación se trasladan a una suerte de cartografía del paisaje que se documenta fundamentalmente con planimetrías cuajadas de contenidos diversos, hechos sobre el lugar, memorias, topónimos y reflexiones dibujadas, con pocas certezas y muchas dudas. Son plantas, secciones, abatimientos, giros y otros recursos que comparten un mismo espacio de trabajo, guiados por la voluntad de contar una historia. Una historia hecha de historias, a veces paralelas, a veces tangenciales, siempre recurrentes…