La adolescencia se caracteriza por el incremento de los comportamientos de riesgo en presencia de los iguales (Geier y Luna, 2009). Este incremento en las conductas de riesgo se produce, a pesar de que los adolescentes son muy hábiles en la percepción del riesgo y la evaluación de la gravedad de las consecuencias que pudieran derivarse de su toma de decisiones (Reyna y Farley, 2006). Los avances recientes en el estudio del cerebro mediante técnicas de resonancia magnética funcional buscan explicaciones sobre dicho incremento en los comportamientos en riesgo basadas en las peculiaridades del desarrollo neurológico en la adolescencia (vg., Blakemore, 2011). Los estudios sugieren que gran parte de las características de los adolescentes (por ejemplo, impulsividad, falta de criterio y escasa planificación, búsqueda de sensaciones, dificultades para demorar la gratificación) y su mayor vulnerabilidad a las conductas de riesgo se debe a la existencia de ritmos diferentes en los tiempos de maduración de dos redes cerebrales (Steinberg, 2008, 2010; Somerville, Jones y Casey, 2010), y que en dicho desequilibrio puede estar la clave del incremento en las conductas de riesgo (Casey, Jones y Somerville, 2011). Concretamente, los adolescentes presentan una gran activación en la red socio-emocional donde se encuentran áreas cerebrales especialmente sensibles a los estímulos sociales y emocionales que son particularmente relevantes en la búsqueda de recompensas (áreas subcorticales). Esta red se remodela durante la adolescencia temprana y es dependiente de los cambios hormonales de la pubertad. La segunda red es una red de control cognitivo con activación en áreas más corticales (áreas prefrontales, cortezas parietales y corteza cingulada anterior) relacionadas con el control de las funciones ejecutivas, como la planificación de la acción, la autorregulación para evitar consecuencias negativas o el pensamiento de futuro. Esta red sigue un ritmo de maduración más gradual a lo largo de la adolescencia hasta llegar a la adultez, además se trata de una red que es independiente del desarrollo de la pubertad. Por lo tanto, la adolescencia es un periodo en el que la red socioemocionales se vuelve más activa de forma abrupta mientras que la red de control cognitivo mejora de forma muy gradual y lenta a lo largo de todo este periodo (Steinberg, 2008). La manifestación clara de este desequilibrio madurativo en el desarrollo neurológico es una toma de decisiones arriesgada ya que, aunque los adolescentes saben perfectamente que la opción tomada entraña peligro, ésta les proporciona un alto nivel de recompensa. Sin embargo, revisiones recientes señalan que el modelo dual no puede generalizarse a todos los contextos o tareas (Crone y Dahl, 2012; Pfeifer y Allen, 2012). Así, por ejemplo se sabe que la presencia de los iguales en una tarea de conducción modifica la toma de decisiones de riesgo en los adolescentes, observándose una mayor activación de las áreas del ventral-estriado (VS) y orbitofrontales (OFC) y disminuyendo la activación de las áreas frontales vinculadas al control cognitivo, tales como el dorsolateral¿prefrontal (DLPFC) (Gardner y Steinberg, 2005). Sin embargo, cuando se realizó esta misma tarea en un contexto social de exclusión de iguales no solo se observó una mayor activación en el DLPFC y OFC derecho en las decisiones seguras, sino que también aparecen implicadas otras regiones implicadas en las habilidades de la Teoría de la Mente como la corteza cingulada posterior, el precuneus, mPFC y TPJ bilateral (Peake, Dishion, Stormshak, Moore y Pfeifer, 2013), Por lo tanto, parece que existen otras regiones de interés implicadas en la tarea de decisión cuando existe un contexto social. Sin embargo, se han realizado pocos estudios que hayan investigado la toma de decisiones de riesgo cuando a los participantes se les presenta escenarios sociales en el cual la presencia de los otros podría modular sus decisiones. Estos escenarios podrían requerir una habilidad de mentalización o Teoría de la Mente para poder explicar y predecir el comportamiento de los otros y poder atribuir estados mentales independientes de ellos, como son los pensamientos, creencias y deseos (Premack y Woodruff, 1978; Frith y Frith, 2003). Por esta razón, en esta tesis se ha diseñado un nuevo paradigma experimental que contempla esta influencia social, permitiendo descubrir las diferencias respecto a los habituales paradigmas de juego que se llevan a cabo en el vacío social. Con este fin se llevo a cabo un enfoque metodológico que contempla el uso de estudios normativos, medidas conductuales y cronométricas, medidas autoreportadas e imágenes neurofuncionales para analizar los correlatos conductuales y neuronales implicados en la toma de decisiones de riesgo que realizan los adolescentes bajo la presión emocional de su grupo de iguales, usando escenarios verbales describiendo situaciones de la vida real. Para la elaboración de dichos escenarios verbales, se realizaron previamente unos estudios normativos que tenían como objetivo estandarizar los materiales escritos que se utilizarían en la Tarea Decisional en Contextos Sociales (TDCS) y así poder diseñar contenidos más ajustados a la realidad de la población objeto de estudio. De forma que partimos del conocimiento experiencial de los adolescentes a través de grupos focales (grupo 1=12-14 años, grupo 2= 15-16 años, grupo 3= 17-18 años, grupo 4= 19-20 años) compuestos por 8 participantes cada uno y repartidos de forma equitativa según el género, presentándoles situaciones evocadoras de las situaciones de riesgo más comunes, y así poder seleccionar y recrear las situaciones de riesgo lo más naturales posible. Se siguió el mismo procedimiento para las situaciones ambiguas. Posteriormente se procedió a validar la frecuencia de esas situaciones con una muestra de 60 estudiantes universitarios, junto con una validación de los cursos de acción posible (situaciones de riesgo; opción peligrosa y opción segura, y para las situaciones ambiguas; que ambas opciones fuesen neutras). Y por último se preguntó a 50 participantes distribuidos por igual en género y edad la valencia de las consecuencias (Positivas o negativas), derivadas de las decisiones tomadas en ambas situaciones (riesgo y ambiguas). Todo este procedimiento normativo facilito un listado de ítems de riesgo y ambiguos representativos para la población que queríamos estudiar y que utilizaríamos en los estudios posteriores. En un segundo estudio conductual, a través de la TDCS, se examinaron dos cuestiones principales: a) la toma de decisiones en situaciones de riesgo y ambiguas, y b) se ha manipulado la presencia o no de feedback, conteniendo información sobre el impacto en la salud y en la popularidad de los iguales, en la toma de decisiones y en la evaluación emocional de las consecuencias recibidas. Las decisiones se dividieron en decisiones de riesgo (ej: tomar o rechazar droga) y decisiones neutras (ej: comer una hamburguesa o una pizza) y las emociones que sentían cuando recibían las consecuencias podían ser positivas o negativas. La muestra seleccionada para el estudio fue de 256 participantes repartidos equitativamente en grupos de adolescentes (13-14 años; 15-16; 17-18) y adultos jóvenes (19-20 años). Los resultados de la primera cuestión mostraron que con la edad los participantes toman decisiones más arriesgadas y necesitan menos tiempo para tomar la decisión cuando se les muestra un feedback de las consecuencias indicando un impacto negativo en el estado de salud y un impacto positivo en la popularidad con sus iguales. Los tiempos de decisión eran más breves con la edad, siendo mucho más largos para las decisiones de riesgo que para las decisiones seguras en la adolescencia tardía y en la juventud, así como en las mujeres, lo cual probablemente se deba a una mejora en el funcionamiento ejecutivo. Estos resultados son compatibles con los postulados del modelo dual de la toma de riesgos durante la adolescencia, donde se postula que hay una competición entre los procesos socioafectivos y los procesos de control. La presencia del feedback incrementa la relevancia de los procesos de evaluación socioafectivos ya que se evidencia las ganancias en popularidad en el grupo de iguales, aunque al mismo tiempo quede constancia del daño para la salud que acarrean dichas elecciones en la toma de decisiones sociales. Los resultados de la segunda cuestión mostraron que las evaluaciones emocionales con consecuencias negativas, pero no en las consecuencias positivas, se vieron atenuadas cuando a los participantes se les mostraba el feedback. Ello es de nuevo indicativo de que la presencia de información sobre el impacto en los iguales produce un efecto de atenuación emocional selectivo que dificulta que en los siguientes ensayos intenten evitar las consecuencias negativas. La capacidad para realizar las evaluaciones emocionales de forma más rápida se incrementa con la edad. Cuando a los participantes no se les mostraba el feedback se tomaban más tiempo en realizar la evaluación emocional a medida que tenían más edad, lo que señala una mayor elaboración del juicio emocional. De hecho, es precisamente en la ausencia de feedback cuando emergen las diferencias individuales, mostrando que la empatía y la resistencia a la influencia del grupo de iguales se asocian con una mayor intensidad en las evaluaciones emocionales. Sin embargo la susceptibilidad hacia el aburrimiento se asoció con una disminución en la intensidad de las evaluaciones emocionales. Por lo tanto, a efectos de intervención, presentar situaciones de riesgo de la vida real sin feedback así como fomentar las capacidades y de resistencia a la presión del grupo de iguales puede ayudar a disminuir las elecciones arriesgadas lo que puede resultar muy útil en la prevención de conductas de riesgo. Tomando en consideración estos resultados se procedió a realizar el estudio de neuroimagen con ausencia de feedback, dado su carácter distorsionador de la toma de decisiones y de la evaluación de consecuencias en situaciones reales. En el tercer estudio, el estudio de neuroimagen, se exploró cuáles eran los mecanismos neuronales que subyacían a la toma de decisiones en contextos sociales. En concreto el estudio centro su interés en poner a prueba el modelo dual antes descrito. Para ello se examinó en qué medida en los escenarios naturales utilizados en el estudio anterior se observa únicamente la activación de las regiones socioemocionales asociadas a la evaluación de recompensas y las de control o se observan también activaciones relacionadas con la cognición social y la teoría de la mente. Todo ello en dos grupos de edad bastante contiguos, la adolescencia tardía y la juventud por ser el momento donde se darían más decisiones de riesgo y donde se observarían con mayor intensidad una mayor activación de los circuitos asociados a la recompensa frente a los de control que sería menos pronunciado en la juventud. Para realizar este estudio se escanearon 60 participantes, hombres y mujeres, a partir de dos grupos de edad (adolescentes 17-18 años y jóvenes adultos (21-22 años). La tarea era la misma que en el estudio anterior y consistía en leer relatos que describían situaciones típicas de la toma de decisiones en presencia de iguales. A los participantes se les pedían que tomaran decisiones en situaciones de riesgo (por ejemplo, tomar o rechazar un medicamento) o en situaciones ambiguas (por ejemplo, comer una hamburguesa o una pizza), 40 en cada caso. Los escenarios de riesgo comparados con los escenarios ambiguos mostraron una activación bilateral en la juntura temporoparietal (TPJ), el giro temporal medio (MTG), el córtex prefrontal medio derecho (mPFC), y el precuneus bilateral, es decir las regiones cerebrales relacionadas con la cognición social, como la autorreflexión y la teoría de la mente. Además, en las situaciones de riesgo en contraste con las ambiguas se activaron las estructuras cerebrales relacionadas con el control cognitivo (ACC derecha, DLPFC Bilateral, OFC bilateral), mientras que no se encontraron clúster significativos en el sistema de recompensa (VS). La elección de la opción peligrosa involucraba la activación de áreas del control (ACC) y áreas de la cognición social y emocional (Lóbulo temporal). En cuanto a la edad, los adolescentes utilizaban más recursos neuronales que los adultos jóvenes en el córtex prefrontal dorsolateral derecho DLPFC y el TPJ derecho en situaciones de riesgo. Cuando se realiza la elección peligrosa, los adultos jóvenes mostraban una mayor participación de las regiones cerebrales relacionadas con la teoría de la mente (giro temporal medio bilateral) y las regiones vinculadas al control motor relacionadas con la planificación de la acción (área suplementaria motora). Finalmente, la ínsula derecha y el giro temporal superior derecho se muestran más activados en mujeres que en hombres, sugiriendo una implicación más emocional y un modelado más intensivo de la perspectiva de los otros en la condición de toma de decisiones de riesgo. Estos resultados ponen en evidencia la necesidad de tener en cuenta un modelo explicativo de la toma de decisiones en contextos sociales más comprehensivo que incorpore el papel de los procesos cognitivos, emociones y sociales, superando la visión dual dominante en el campo. Asimismo, esta tesis ha puesto de manifiesto que se requieren más estudios con un análisis más integral de la toma de decisiones de los adolescentes en contextos sociales naturales, donde se tenga en consideración el papel que juegan todos estos procesos en el desarrollo de las conductas de riesgo.