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El entorno político ha cambiado y con ello las estrategias en las que se basan sus discursos electorales. Ya no se guían por estrategias básicas que trataban de convencer a la población, como se han hecho en campañas anteriores, sino que en la actualidad se fundamentan a través de una serie de acciones y estrategias que pretenden influir en las actitudes de la población a la hora de elegir voto. Se guían por argumentos que pretenden crear emoción en la población, consiguiendo así crear un vínculo, donde el ciudadano se sienta identificado con los objetivos del político. Dirigir su discurso político, así como sus acciones a través de estrategias como la persuasión, han hecho que esta técnica no solo se utilice para campañas publicitarias, sino también para las campañas electorales como una de sus estrategias fundamentales para conseguir el voto de la ciudadanía., Grado en Publicidad y Relaciones Públicas

In this study, it is analyzed Una extraña armonía (1956), a play by Antonio Buero Vallejo which has gone almost unnoticed by critics since its publication in 1994. Within a historical-literary framework marked by both economic and creative crisis, Una extraña armonía, on the one hand, stems from a particular creative process as it is a request by the actor Alberto Closas and, on the other, reformulates the playwright’s aesthetic concerns, referring mainly to his conception of tragedy, coming closet o Carlos Arniches and his idea of grotesque tragedy. From this conception, it is explored the place of the text in Buero’s production, considering its relationship wirh other titles like Historia de una escalera (1949) or El terror inmóvil (1949), sharing a love triangle with them, which, despite its innovative structure, does not overturn traditional gender roles, and the presentation of themes or resources explored in, for example, El concierto de San Ovidio (1962) or Misión al pueblo desierto (1999)., En este trabajo, se analiza Una extraña armonía (1956), una obra de Antonio Buero Vallejo que ha pasado casi inadvertida para la crítica desde su publicación en 1994. Dentro de un contexto histórico-literario marcado por la crisis, tanto económica como creativa, Una extraña armonía, por un lado, parte de un proceso de creación particular al tratarse de una petición del actor Alberto Closas y, por otro, reformula las preocupaciones estéticas del dramaturgo, en especial aquellas referidas a su concepción de la tragedia, aproximándose en este caso a Carlos Arniches y su idea de tragedia grotesca. Desde esta concepción, se explora el lugar del texto en la producción bueriana, atendiendo a su relación con otros títulos, como Historia de una escalera (1949) o El terror inmóvil (1948), con los que comparte un triángulo amoroso que, pese a su estructura innovadora, no anula los roles de género tradicionales, y a la presentación de temas o recursos explorados en, por ejemplo, El concierto de San Ovidio (1962) o Misión al pueblo desierto (1999).

El conjunto pictórico del Salón de Reinos (1634-1635) fue una de las series artísticas más complejas de su tiempo. Sus cuadros actuaron como un grupo unificado y su simbolismo dependía precisamente de la integridad del espacio en el que se disponían y de la correlación de las obras. Tras la Guerra de la Independencia ninguno de los lienzos se encontraba en aquel lugar, aunque desde la apertura del Real Museo de Pintura y Escultura en 1819 casi todos volvieron a reunirse en un mismo edificio. No obstante, el conjunto nunca volvió a exponerse en una misma sala, lo que sumado a los múltiples errores en las cronologías y autorías de las obras que se venían sucediendo desde el siglo XVIII, impidió que fuera comprendido en toda su complejidad durante el período decimonónico. Ello se reflejó en la ubicación de las pinturas en el museo, ordenadas según el criterio decorativista predominante en la época, por lo que cuando los cuadros se mostraban juntos en una misma sala era por razones estéticas y no científicas. Al mismo tiempo se fue configurando el perfil de la escuela española de pintura en un contexto marcado por el fervor nacionalista, que no dudó en utilizar a algunos artistas como instrumentos para la reivindicación política. En este caso, mientras Velázquez se convertía en el gran héroe de la pintura nacional, el resto de los artistas del Salón de Reinos, a excepción de Zurbarán, quedaron en un permanente olvido que afectó directamente al entendimiento del conjunto, que no comenzaría a ser comprendido hasta la publicación de los artículos de Elías Tormo en 1911.