568 p. La importancia que Jovellanos ha infundido en cualquier aspecto relativo a la Historia Moderna asturiana parece conformarse hoy en día como un axioma totalmente irrefutable. No obstante, esta cuestión nos sitúa ante cierta dicotomía, pues si bien su legado es innegable, sus escritos tremendamente útiles a los investigadores y su figura susceptible de valorarse y reivindicarse. No es menos cierto que parece haberse creado a su alrededor cierto proceder en la historiografía asturiana que, bajo nuestro punto de vista y salvo algunas excepciones, tal vez no sería desatinado afirmar que rezuma cierto “dogmatismo jovellanista”. Es esta una reflexión que nos surgió a raíz de la publicación de un volumen no hace demasiado tiempo y en el cual, en este mismo sentido, el propio coordinador Ocampo Suárez-Valdés, insinuaba la necesidad que el modernismo asturiano tenía de romper y superar ciertos tópicos y suposiciones que venía observando en algunas investigaciones. Se estaba refiriendo concretamente a cuestiones tales como la inexistencia de capitales o la escasa actividad económica del Principado, aspectos estos que calificaba de raigambre jovellanista. En nuestra opinión, el fondo de la cuestión que planteaba el autor, pretendía exponer como a pesar de la inexistencia de investigaciones que corroboraran o desmintieran aquellas afirmaciones que el prócer gijonés dejó escritas, estas se mantenían vigentes en la actualidad, siendo tomadas en ocasiones como algo categórico y conformándose por tanto como una herencia de la que resulta difícil desprenderse al modernismo asturiano. La revisita a uno de los clásicos de nuestra ciencia, el siempre necesario Bloch y su fundamental Introducción a la Historia, terminaría por ofrecernos otras perspectivas. Declaraba el cofundador de Annales en esa obra, que un elemento fundamental para quienes se imbuían en la investigación, para el avance de la Historia a fin de cuentas, debía cimentarse en la imaginación a la hora de hacer preguntas a los diferentes documentos a nuestro alcance. No en vano dejó escrito que “los textos, o los documentos arqueológicos, aun los más claros en apariencia y los más complacientes, no hablan sino cuando se sabe interrogarlos”. Si bien el autor francés se refería tan solo a los documentos, transcurridos más de setenta años desde que se escribieran aquellas líneas y con la numerosísima producción historiográfica que ello conlleva, consideramos que perfectamente podríamos aplicar este aforismo a las propias obras que nos preceden y con las que estamos inevitablemente en deuda. Es decir, revisitemos los trabajos que nos anteceden, consultemos incluso fuentes que ya han sido utilizadas, pero hagámosles nuevas preguntas, basemos estas en las incertidumbres e incógnitas que las investigaciones predecesoras nos generan. Toda esta serie de experiencias hicieron replantearnos y recapacitar respecto a algunas cuestiones, girando una de las principales en torno al qué significaba realmente ser pobre en la Asturias moderna. Precisamente en este mismo sentido, también debemos indicar la deuda contraída con lo expuesto por Rudé en su conocida obra Protesta popular y revolución en el siglo XVIII. En ella, el historiador inglés exponía que los resultados de una investigación dependían casi tanto de las cuestiones planteadas a los documentos, como de las fuentes utilizadas para responder a las mismas. Pero aquello que nos resultó especialmente insinuante, fueron las preguntas por él utilizadas y que acabaron por ser guía fundamental de los capítulos que conformaron su investigación: ¿quién?, ¿por qué? Así pues, esta lectura serviría para reafirmamos en nuestra idea de que no debíamos, ni tampoco era necesario, centrarnos en el funcionamiento, la idiosincrasia o el devenir de las diferentes instituciones que de alguna manera pudieron haber ejercicio cierta influencia sobre las diversas capas pauparizables de la población. De modo semejante, llegado el momento tampoco consideramos fundamental centrarnos en los debates históricos, ni tampoco en los historiográficos, existentes en torno a quiénes eran aquellos que realmente debían gozar de las asistencias. Como tampoco en sus múltiples definiciones, en sus distintos grados de necesidad ni en las clasificaciones tradicionales en que la historiografía ha venido encuadrando los distintos grados de pobreza. Todo ello goza ya de una extraordinaria, tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo, producción científica a la que obviamente se hacía indispensable acudir a lo largo de nuestra investigación, y consideramos que no seríamos capaces de aportar nada novedoso. Pretendíamos por tanto no ceñirnos estrictamente a estos corsés categoriales, sino que buscábamos en cambio acercarnos, en la medida de nuestras posibilidades, a cómo estos grupos pauperizables podían considerarse a sí mismos. En qué momentos puntuales podían considerarse como perceptores de algún tipo de ayuda asistencial, en qué ocasiones eran conscientes de estas y trataban de aprovecharlas para su beneficio como una simple pieza más de la sociedad y la economía de subsistencia del momento que les tocaba vivir. Es decir, que imagen podía tener de sí mismo estas clases populares. Dicho esto, queda claro que decidimos centrarnos en los protagonistas, si bien es cierto que no era nuestra intención hacerlo desde un punto de vista cuasi hagiográfico del colectivo, ni tampoco desde el prisma de la historia evenemencial entendida al modo braudeliano. Sino que seguimos las palabras de Febvre cuando afirmaba que la Historia era la ciencia del hombre, no de las cosas ni de los conceptos. Tratamos por tanto de “encontrar a los hombres que han vivido los hechos y a los que, más tarde, se alojaron en ellos para interpretarlos en cada caso”. No obstante, siguiendo a otro maestro, cabría decir que no es posible investigar en el campo histórico desinteresándose por completo de las instituciones o de los acontecimientos, pues, al fin y al cabo, son estos los que vinculan la cotidianidad de las personas a la dinámica de las sociedades de las que forman parte. Por todo ello, a lo largo de nuestra investigación y en lo que respecta a las diferentes fundaciones que desempeñaron algún tipo de papel en este juego, únicamente fue nuestro propósito acercarnos a los aspectos más básicos y fundamentales de las mismas, de modo que se conformaran como un marco general sobre el que se asentarían, con el que convivirían y en el que debían desenvolverse las clases populares de fines del Antiguo Régimen. Con estos referentes historiográficos y teniendo presente de alguna manera la propuesta lanzada no hace tanto por Fontana i Lázaro, en la que instaba a retomar el estudio de temas que pudieran servir para explicar los problemas principales de nuestro tiempo, nos embarcamos en nuestra investigación. La elección del concejo de Oviedo como modelo en el que basar una parte importante de nuestra investigación fue el resultado de una respuesta a varios y diversos factores. Por un lado, su geografía representaba perfectamente la dicotomía urbano – rural existente en todo el territorio de la Asturias moderna; por otro las fuentes documentales disponibles le confirmaban como una muestra perfectamente válida para la investigación. Pero además existían otros factores que también valoramos de manera positiva, como por ejemplo el hecho de que, al tratarse de la capital, la variedad y amplitud de categorías laborales, de ejemplos de fundaciones asistenciales, etc., nos servirían para enriquecer el estudio. Esto además no tenía por qué suponer un hándicap cuando comparáramos el modelo capitalino con el resto de poblaciones del Principado, siempre y cuando tuviéramos presente y quedaran suficientemente claras las excepcionalidades dadas en el caso de la capital, las cuales le venían dadas, precisamente, por desempeñar ese papel socio-político. Asimismo, la ya referida falta de un estudio en el que se mostrara la realidad socio-económica del concejo de Oviedo en los compases finales de la modernidad, se alzó como otro de los motivos que nos animó a la elección. Así es que comenzamos nuestro estudio acercándonos al mundo de las clases pauperizables, lo cual, en una sociedad de Antiguo Régimen, no significaba otra cosa que el total de la población trabajadora, ya fuera en el ámbito rural, ya en el urbano. No obstante, y puesto que consideramos una parte importante en cualquier trabajo de investigación histórica tanto la definición como la cuantificación del objeto de estudio, fue por ello que antes de analizar sus modos de subsistencia, se nos antojaba necesario conocer el contexto socio-demográfico en el que vivía esta población. A este respecto la amplia bibliografía existente para el caso asturiano nos fue de inestimable valor, acabando de hecho por convertirse en el soporte fundamental de este capítulo. A continuación juzgamos, si no como interesante cuando menos como necesaria, abordar una tarea de acercamiento a la definición, a la concepción, de lo que significaba ámbito urbano y ámbito rural en la Asturias moderna. Para esta aproximación no reproducimos sin más los debates historiográficos existentes sobre la cuestión adaptándolos a nuestro caso de estudio, sino que procedimos a analizar brevemente tanto las estructuras familiares existentes como los sectores económicos dominantes en cada uno de los ambientes geográficos. El enfrentamiento, comparación y análisis de cada uno de ellos, así como la búsqueda de contactos, conexiones o similitudes compartidas en ambos espacios, resultaron fundamentales para entender y contextualizar mejor estas realidades estructurales de los grupos domésticos en relación con la realidad geográfica en la que vivían. Sirviéndonos fundamentalmente de las sobradamente conocidas, pero poco trabajadas en el caso asturiano, Respuestas Particulares del Catastro del marqués de la Ensenada, así como de otro tipo de fuentes documentales, creíamos importante analizar las capacidades económicas, monetarias, que se les suponían los diferentes grupos profesionales y sociales del XVIII asturiano. Fue esta una observación que juzgamos necesaria en tanto en cuanto considerábamos a estas capas populares como elementos pauperizables. De este modo, tras una breve comparación de las principales actividades económicas entre el concejo de Oviedo y el total del Principado, recurrimos nuevamente al primero como modelo y paradigma del segundo. Organizamos en diferentes conjuntos profesionales las múltiples variables de análisis tratando de este modo equipararlas o enfrentarlas a otras realidades peninsulares en busca bien de correspondencias, bien de discrepancias. Una vez conocida, cuantificada y analizada el total de la población en la que se encuadraría y en la que conviviría nuestro colectivo objeto de estudio, el siguiente paso obligado no podía ser otro que el de definir y cuantificar dicho colectivo. De este modo el capítulo tercero se ocupa de intentar definir, o tal vez fura más adecuado decir comprender, qué era ser pobre en la Asturias moderna. Para ello acudimos tanto a la literatura de la época como a las diversas fuentes documentales. Sin embargo, aunque continúa siendo esta una realidad sobre la que resulta tremendamente complicado arrojar ninguna luz definitoria, sí consideramos qué en el terreno de las reflexiones sobre los procesos y contextos de pauperización, las investigaciones venideras continuarán mostrándose enriquecedoras. Semejante dificultad, tribulación historiográfica personal tal vez, aunque suponemos también gremial, se mantiene cuando intentamos cuantificar este grupo. Sin embargo en este punto, tal y como se deduciría de la lectura del apartado anterior, si bien es cierto que no pretendíamos limitarnos a una simple identificación del sujeto de análisis con aquellos a quienes los dirigentes clasificaban como tales, pues este aspecto implicaría contabilizar únicamente a los que la categorización oficial suponía algún tipo de tara o impedimento para desarrollar un trabajo, lo cierto es que las clasificaciones oficiales limitan (como es de sobra conocido) en gran medida este objetivo. Es por ello que pese a aportar una serie de intentos de cuantificación, tanto a nivel asturiano como de su capital, consideramos fundamental relacionar este capítulo con el precedente. Pues de este modo pensamos que se abre, o esa era al menos nuestra intención, el estudio al total de la población pauperizable y no solo a la oficialmente catalogada como pobre. Nos centramos a continuación en el análisis de las instituciones u otro tipo de solidaridades en las que este grupo podía buscar cierta ayuda o asistencia en diferentes momentos de su vida. Ahora bien, como ya hemos dicho, no nos ocupamos de la historia institucional de las mismas, ni tampoco del análisis exhaustivo de sus economías, pues nuestro objetivo continuaba siendo el ¿quién?, el ¿por qué? Pero en este caso, siguiendo las palabras de Vilar anteriormente indicadas, considerábamos que este capítulo podría contribuir en gran medida, a nuestra profundización en el ¿cómo? De este modo trazamos una semblanza general de los sistemas de socorro existentes en la Asturias moderna, desde las diversas y variadas (aunque en última instancia prácticamente homogeneizables) instituciones hospitalarias, hasta las diferentes limosnas institucionalizadas. Pues si bien es cierto que a lo largo de la Edad Moderna se pretendió acabar con aquella antigua concepción de la caridad como algo plenamente teológico y que pretendía servir tanto a quien recibía la ayuda como a la persona que la otorgaba, todavía en el siglo XVIII dentro del imaginario colectivo se percibían las limosnas como un medio de salvación del alma para aquel que colaboraba a aliviar las necesidades de los menesterosos. Lógicamente, en este trayecto a través de las ayudas existentes en la Asturias moderna, también prestaremos atención a las cofradías, tanto en las funciones asistenciales para con sus miembros, como en aquellas ocasiones en que demostraban algún tipo de ayuda a personas ajenas a la organización. No obstante, en este punto debemos indicar que, debido a lo anotado anteriormente en relación al objetivo fundamental de este capítulo, a lo largo de nuestro trabajo utilizaremos de manera indiscriminada el término cofradía o hermandad, sin entrar en el debate de calado historiográfico que sobre las diferentes acepciones ha ocupado a algunos investigadores. Otro de los mecanismos de ayuda a los que hemos prestado cierta atención a lo largo de este capítulo han sido los pósitos que existían en la época. Si bien en este sentido la dicotomía o lo complicado de categorizar rotundamente las diversas fundaciones que hemos venido mostrando hasta ahora, se hace de nuevo patente. Pues aunque es cierto que este instrumento pudo haber aliviado las penosas situaciones de los grupos pauperizables en algunos momentos puntuales e incluso evitar su caída en total desgracia (es decir la conversión definitiva a la pobreza estructural), no lo es menos que algunos de ellos funcionaron como elementos crediticios. Es decir, en tanto en cuanto en numerosas ocasiones debía devolverse al menos la misma cantidad de grano que el que se había recibido en préstamo, quizás debamos contemplar a estos instrumentos más como destinados a evitar la pobreza estructural que un mecanismo de ayuda a quienes ya habían cruzado esa delgada línea divisoria entre ambas situaciones. Finalmente, el último capítulo se ocupa de la institución que debía alzarse hegemónicamente respecto al resto de las existentes en la Asturias de los siglos modernos: nos estamos refiriendo el Real Hospicio. Pese a la importancia que se le suponía a esta fundación lo cierto es que su cometido estaría continuamente limitado por lo estructuralmente endeble de su economía; y aunque como venimos insistiendo, no sea este el objetivo fundamental que centra nuestro interés investigador, es necesario no perderlo de vista para comprender mejor el devenir del centro. Como institución importante que desempeñó diversas funciones en la Asturias moderna, el hospicio cuenta con algunas investigaciones que tienen al mismo como protagonista. Sin embargo, nos resultaba particularmente curioso que ninguna de ellas se centrara en el papel la institución debía desempeñar para con las personas adultas que en ella se hallaban, pues todos los trabajos que nos preceden tienen como denominador común el hecho de que se ocupan únicamente de los expósitos. Este vacío llamó poderosamente nuestra atención en el momento de imbuirnos en su estudio, más aún una vez comprobamos que existía documentación propia de este grupo de ocupantes. Por tanto, a partir del estudio de estos fondos inéditos hasta ahora, así como de otra documentación parcialmente trabajada, tratamos de comprender el último de los escalones de nuestra investigación, que no era otro que el de las formas de solidaridades en el más importante de los mecanismos asistenciales en la Asturias moderna. No obstante, a lo largo de la investigación se iba comprobando como más allá de los auxilios que esta institución podía ofertar, existían en su funcionamiento aspectos divergentes, discordantes, ya que las funciones que el centro ejercía como elemento corrector, punitivo, como un lugar de castigo en sí mismo, se hacían cada vez más patentes. Por lo tanto, esta función que había pasado totalmente inadvertida para la historiografía modernista asturiana, pero que estaba íntimamente ligada con nuestra intención investigadora primigenia, acabaría por convertirse en parte importante de este capítulo. Pues al fin y al cabo, la masa de gentes asturianas pauperizables a lo largo del Antiguo Régimen, que buscarían medios de subsistencia a través de todas estas fundaciones que hemos venido reseñando, podrían verse en un momento dado de su existencia, perseguidos por las autoridades al ser considerados como pobres, vagos, malentretenidos y acabar con sus huesos en el Real Hospicio cumpliendo algún tipo de castigo. Cuando en realidad, en muchas ocasiones no pasarían de ser trabajadores, ya artesanos, ya campesinos, que se vieron abocados a la necesidad coyuntural por alguna situación sobrevenida. Pese a todo lo apuntado hasta ahora, este trabajo, con sus claroscuros, sus luces y sus sombras, sus pocos a ciertos y sin duda numerosos errores, no nació sin embargo con mayor pretensión que la de aportar una pequeña pieza más a ese puzle inacabado que es la Historia en general, y la moderna en particular, de Asturias. No obstante, ni mucho menos pretende ser esta una pieza conclusiva, definitoria. Al contrario, nos conformaremos con que sirva para generar debate, nuevas preguntas, diferentes enfoques y futuras correcciones a lo aquí expuesto. No habría mayor utilidad social para este trabajo que la de generar nuevas inquietudes históricas entre quienes nos sucedan, esperando nos amplíen y mejoren. A fin de cuentas, como decía Braudel refiriéndose a una obra que transcurridos más de setenta años desde su concepción continúa siendo pieza fundamental de la historiografía, “sé de antemano que sus conclusiones serán revisadas, discutidas, desplazadas por otras, y que deseo que así sea. Así progresa y tiene que progresar la historia”.