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La necesidad del ser humano de obtener más tierras de cultivo llevó a la transformación del paisaje natural de un sector central de la actual Andalucía a finales de la Edad Media, entre los siglos XV y XVI, como es la comarca de Antequera al norte de la provincia de Málaga (Andalucía, España). En este trabajo comprobamos, gracias a la documentación de archivo analizada, cómo este proceso afectó a una vegetación original (encina, alcornoque, matorral) y a una fauna salvaje (lobos, ciervos, tal vez osos) que fueron desapareciendo. Un monte mediterráneo, considerado en ocasiones un espacio de poco provecho, es el escenario donde se producen los cambios que lo convierten en tierras adecuadas para la explotación agrícola, dotadas, incluso, de agua. De este modo, un paisaje caracterizado por cierta diversidad natural pasará a ser humanizado, a ser dominado por la sociedad castellana de aquel momento, hasta lograr una imagen más uniforme del mismo. Un importante crecimiento de población llevó a que se realizaran diversos procesos de reparto de tierras que provocaron la transformación del monte o bosque en espacios para el cultivo, después de un duro trabajo campesino. Sin embargo, este proceso no estuvo exento de polémica, con vecinos a favor y en contra de tales roturaciones sobre zonas que hasta entonces habían sido de aprovechamiento común.

Con el presente trabajo queremos poder acercarnos al devenir histórico de un colectivo concreto que habitó la pequeña ciudad andalusí de Antaqīra, hoy Antequera, en la provincia de Málaga, y que con la conquista castellana fue expulsada de la misma en su totalidad en el año 1410. Para ello exponemos, en primer lugar, los rasgos sociales y los datos demográficos que conocemos sobre su población antes de tal fecha; analizamos las circunstancias que desencadenaron su definitiva expulsión; y tratamos de rastrear sus pasos después de abandonar la ciudad. A través de la lectura de varios documentos de diversa cronología (entre finales del siglo xv y la segunda mitad del XVI) hemos podido reconocer en los nombres de una serie de individuos la conservación de un mismo sobrenombre, Antiqiri y otras variantes. Ello nos ha conducido a determinar que algunos grupos familiares con el mismo origen optaron por denominarse así para diferenciarse del resto de vecinos, de una manera tan sólida que, en ciertos casos, tal elemento identitario no se verá perdido con el bautismo. De este modo quedaba señalada la intención de no olvidar un pasado, unas raíces y una memoria concreta.

En el siguiente artículo queremos mostrar una ciudad con un pasado romano que recuperó su condición urbana a lo largo de la Edad Media. Su origen como madīna lo hallamos en una fortaleza existente antes del periodo taifa, como ocurre en otros lugares de al-Andalus, establecida al menos durante el gobierno de cAbd al-Raḥmān III en el siglo X. Diferentes etapas constructivas a partir de entonces la dotaron del aspecto urbano final que los conquistadores castellanos conocieron y que las fuentes escritas y las arqueológicas corroboran. Las estructuras más significativas de la ciudad (murallas, puertas, mezquitas, viviendas...) sufren los efectos de la guerra (1410), aunque las mayores transformaciones se producen a partir de finales del siglo XV, cuando se inicia un verdadero cambio dirigido a crear una ciudad nueva y cada vez más extensa