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El Autor escribe una breve consideración filosófica sobre la Anunciación. Él entiende que la narración evangélica de Lc 1,26-38 tiene un contenido humano y existencial que frecuentemente queda oscurecido por la luminosidad del misterio. Pero si la gracia no destruye la naturaleza, como dicen los teólogos, el misterio de ese encuentro prodigioso entre el ángel y Maria no debe ocultar la naturaleza singular de ese mismo encuentro. Por eso se intenta hacer una breve reflexión antropológica de ese encuentro prodigioso entre lo divino y lo humano, entre lo Infinito y lo finito, entre la gracia y la naturaleza, que entra en el misterio de la existencia y en la paradoja y el estupor de la naturaleza humana.

El Autor escribe una breve consideración filosófica sobre la Anunciación. Él entiende que la narración evangélica de Lc 1,26-38 tiene un contenido humano y existencial que frecuentemente queda oscurecido por la luminosidad del misterio. Pero si la gracia no destruye la naturaleza, como dicen los teólogos, el misterio de ese encuentro prodigioso entre el ángel y Maria no debe ocultar la naturaleza singular de ese mismo encuentro. Por eso se intenta hacer una breve reflexión antropológica de ese encuentro prodigioso entre lo divino y lo humano, entre lo Infinito y lo finito, entre la gracia y la naturaleza, que entra en el misterio de la existencia y en la paradoja y el estupor de la naturaleza humana.

La filosofía, en cuanto saber especulativo, tiene su propia historia interna, como se manifiesta en el oponerse o sucederse de los diversos sistemas, pero está condicionada también por la historia externa, pues cada pensador, en su libertad y sinceridad, se siente mediatizado por los paradigmas culturales de su época. Por eso, el paradigma cultural del medievo, del renacimiento, de la ilustración, del romanticismo, de la fenomenología, del estructuralismo, etc. Tiene que condicionar ineludiblemente el pensar, el sentir y el expresarse filosófico de cada época. Lo importante es descubrir y sopesar esa presencia y su significado al interior de cada filósofo, sea creyente, cristiano, agnóstico o ateo, sin pretender en estas páginas justificar o demostrar una cristología filosófica o una filosofía cristológica, de las que hace algún tiempo se está hablando y escribiendo bastante.

En este artículo el autor evita presentar un sistema doctrinal del franciscanismo. Más bien señala unas actitudes y unas direcciones existenciales, sociales y culturales que puedan encaminar al hombre futuro hacia alguna parte. Los caminos o senderos presentados deben servir de fermento para un nuevo humanismo abierto, garantizado por la experiencia de ocho siglos y en la certeza de que el hombre es eternamente humano y necesita de una permanente humanización.- El franciscanismo ofrece a la sociedad del futuro una nueva sensibilidad hacia el otro, hacia dios, hacia la cultura y hacia la naturaleza. Por eso los agentes del franciscanismo deben estar muy atentos a la vida, como francisco, y practicar una filosofía de la escucha, de la mirada y de la sorpresa ante la existencia cotidiana. Asimismo deben estar muy avizores a las culturas emergentes y tener el coraje de ser creadores y forjadores de nuevas formas de existencia en la sociedad.

La filosofía, en cuanto saber especulativo, tiene su propia historia interna, como se manifiesta en el oponerse o sucederse de los diversos sistemas, pero está condicionada también por la historia externa, pues cada pensador, en su libertad y sinceridad, se siente mediatizado por los paradigmas culturales de su época. Por eso, el paradigma cultural del medievo, del renacimiento, de la ilustración, del romanticismo, de la fenomenología, del estructuralismo, etc. Tiene que condicionar ineludiblemente el pensar, el sentir y el expresarse filosófico de cada época. Lo importante es descubrir y sopesar esa presencia y su significado al interior de cada filósofo, sea creyente, cristiano, agnóstico o ateo, sin pretender en estas páginas justificar o demostrar una cristología filosófica o una filosofía cristológica, de las que hace algún tiempo se está hablando y escribiendo bastante.

En este artículo el autor evita presentar un sistema doctrinal del franciscanismo. Más bien señala unas actitudes y unas direcciones existenciales, sociales y culturales que puedan encaminar al hombre futuro hacia alguna parte. Los caminos o senderos presentados deben servir de fermento para un nuevo humanismo abierto, garantizado por la experiencia de ocho siglos y en la certeza de que el hombre es eternamente humano y necesita de una permanente humanización.- El franciscanismo ofrece a la sociedad del futuro una nueva sensibilidad hacia el otro, hacia dios, hacia la cultura y hacia la naturaleza. Por eso los agentes del franciscanismo deben estar muy atentos a la vida, como francisco, y practicar una filosofía de la escucha, de la mirada y de la sorpresa ante la existencia cotidiana. Asimismo deben estar muy avizores a las culturas emergentes y tener el coraje de ser creadores y forjadores de nuevas formas de existencia en la sociedad.

El cristocentrismo es para Juan Duns Escoto el horizonte mental y el paradigma especulativo vital. Cristo es la revelación y epifanía del Dios invisible y el principio hermenéutico y de comprensión para la teología, la antropología y la historia. El cristocentrismo escotista se presenta en una perspectiva de totalidad cósmica; y desde este cristocentrismo Dios, el hombre, el mundo y la historia se hacen comprensibles y se encuentran interrelacionadas, ya que el sistema escotista es concéntrico e implica todas las verdades parciales en un sistema integrativo y omnicomprensivo, es decir, Dios, las criaturas y la historia se vinculan en una unidad sinfónica.

El cristocentrismo es para Juan Duns Escoto el horizonte mental y el paradigma especulativo vital. Cristo es la revelación y epifanía del Dios invisible y el principio hermenéutico y de comprensión para la teología, la antropología y la historia. El cristocentrismo escotista se presenta en una perspectiva de totalidad cósmica; y desde este cristocentrismo Dios, el hombre, el mundo y la historia se hacen comprensibles y se encuentran interrelacionadas, ya que el sistema escotista es concéntrico e implica todas las verdades parciales en un sistema integrativo y omnicomprensivo, es decir, Dios, las criaturas y la historia se vinculan en una unidad sinfónica.