Con la decisión británica de retirarse de la UE, se han producido cambios importantes en las circunstancias de la integración europea. Uno de los aspectos donde el Brexit ha impactado enormemente es en la situación de Gibraltar y sus implicaciones en la controversia histórica hispano-británica. En efecto, de encontrarnos en un statu quo con un completo bloqueo negociador bilateral y en sede ONU, favorable a RU y Gibraltar, de repente el cambio en las circunstancias lleva inesperadamente a otra situación que aparentemente –al menos en el corto plazo- resulta favorable a España. Gibraltar se ha encontrado repentinamente con que el principal marco jurídico de aplicación diaria, que es el Derecho de la Unión, puede desaparecer con la salida del RU, con lo que se alterarían sus parámetros de certidumbre política, económica o comercial. Es más este marco se debe negociar entre la UE y el RU, lo que deja a Gibraltar en posición subalterna y condicionada por otros intereses esenciales de las partes negociadoras. Los modelos de relación con la UE a los que puede aspirar Gibraltar por decisión propia son muy reducidos, habida cuenta de no constituir parte integrante del territorio del Estado británico, y de su estatuto de Territorio No Autónomo, pendiente de descolonización en un proceso supervisado por NNUU. Entonces, esta limitación de su margen de acción por los marcos europeo e internacional hacen que su situación sea muy complicada. Los Gobiernos de M Rajoy adoptaron en 2016 y 2017 dos decisiones de envergadura respecto a esta problemática: por una parte, en primer lugar, la exclusión de Gibraltar de la negociación del Art. 50 TUE, ya que en las Orientaciones de negociación adoptadas el 29.04.2017 la aplicación de Derecho UE a Gibraltar está condicionado a un previo acuerdo España-RU. En segundo lugar, la propuesta de Cosoberanía de los Ministros García-Margallo y Dastis Quecedo, que plantea problemáticas que a nuestro juicio hacen que sea un modelo no viable, en las actuales circunstancias. El momento desde luego es histórico, pues supone un cambio radical desde el punto de vista jurídico e institucional, internacional y europeo, para Gibraltar, por lo que en mi opinión España debería afrontar una estrategia que persiga un doble acuerdo: normalizar la convivencia y explorar nuevas fórmulas imaginativas, teniendo en cuenta los intereses en presencia en 2017. Estos intereses son los ya referidos de las bases militares y de inteligencia (RU), la consulta y decidir su futuro (Gibraltar), y la recuperación de alguna forma de la soberanía sobre la Ciudad perdida (España). No obstante en los últimos años pueden haber surgido intereses esenciales complementarios a tener en cuenta en 2017: la necesidad para Gibraltar tras la decisión Brexit de certidumbre política, económica y financiera sobre su futuro, en particular el régimen del cruce fronterizo de la Verja; la identificación progresiva de los intereses de España con el de los españoles campogibraltareños; o el necesario tratamiento de la cuestión de la seguridad de las bases militares en la Bahía, con control democrático en Cortes y exigencia de transparencia por España. With Britain's decision to withdraw from the EU, there have been major changes in the circumstances of European integration. One of the aspects where Brexit has had an enormous impact is on the situation in Gibraltar and its implications for the Hispano-British historical controversy. Indeed, if we find ourselves in a status quo with a complete bilateral negotiating blockade at UN headquarters, favourable to the UK and Gibraltar, suddenly the change in circumstances leads unexpectedly to another situation that apparently - at least in the short term - is favourable to Spain. Gibraltar has suddenly found that the main legal framework of daily application, which is the law of the Union, may disappear with the exit from the UK, thereby altering its parameters of political, economic or commercial certainty. Moreover, this framework must be negotiated between the EU and the UK, leaving Gibraltar in a subordinate position and conditioned by other essential interests of the negotiating parties. The models of relations with the EU to which Gibraltar may aspire by its own decision are very limited, given that it does not constitute an integral part of the territory of the British State, and its status as a Non-Self-Governing Territory, pending decolonisation in a process supervised by the United Nations. Therefore, this limitation of its margin of action by the European and international frameworks makes its situation very complicated. In 2016 and 2017, the governments of M. Rajoy adopted two major decisions on this issue: on the one hand, the exclusion of Gibraltar from the negotiation of Art. 50 TEU, since in the Negotiating Guidelines adopted on 29 April 2017 the application of EU law to Gibraltar is conditional on a prior Spain-UK agreement. Secondly, the Cosovereignty proposal of Ministers García-Margallo and Dastis Quecedo, which raises problems which, in our opinion, make it a non-viable model in the current circumstances. The moment is certainly historic, since it represents a radical change from the legal and institutional, international and European point of view, for Gibraltar, and I believe that Spain should face a strategy that pursues a double agreement: to normalise coexistence and explore new imaginative formulas, taking into account the interests that will be present in 2017. These interests are the aforementioned military and intelligence bases (UK), consultation and deciding their future (Gibraltar), and the recovery of some form of sovereignty over the Lost City (Spain). However, in recent years complementary essential interests may have emerged to be taken into account in 2017: the need for Gibraltar following the Brexit decision for political, economic and financial certainty about its future, in particular the border crossing regime of La Verja; the progressive identification of Spain's interests with that of the Spanish countryside; or the necessary treatment of the issue of the security of military bases in the Bay, with democratic control in Cortes and a demand for transparency by Spain.