Fernando Zamora no es solo un poeta que pinta o un pintor que escribe, sino un creador en el más amplio sentido de la palabra, un espíritu libre y fronterizo que no se deja influenciar por los clichés al uso en cuanto a lo que es y no es Arte, ni por la obsesiva sistematización que de las diferentes disciplinas trata de establecer la crítica tradicional. Fernando Zamora pinta, escribe, pasea, reflexiona pero es mucho más que eso, porque no se entendería el todo sin sus partes. Para inspirarse necesita pasear, recorrer campo y caminos, alejarse de la civilización pero para completar su tarea también precisa regresar a territorio conocido y pisar tierra firme, por más que vuelva siempre cargado de ideas y objetos perdidos o desahuciados. Transita por la frontera, a veces de un lado, a veces del otro, las más con un pie en cada orilla, y así surgen unas obras que pocas veces podemos —ni él mismo puede— determinar a qué territorio pertenecen, pero ahí están, afirmando su existencia y la de su creador, un poeta raro, sin duda, pero también un artista con mayúsculas.