Barranquilla, ciudad ubicada en una latitud geográfica intertropical en el margen izquierdo de la desembocadura del Río Magdalena, se constituye como un conglomerado de trozos debido a sus procesos de urbanización. Procesos que inician un desarrollo urbano acelerado durante las primeras décadas del siglo XX, sin contar con un Plan Urbanístico para la ordenación de su vasto territorio. En ausencia de ello, se trazan, por un lado, barrios burgueses para alojar las migraciones europeas y por el otro, gracias a ese desarrollo, aparecen de manera espontánea, los barrios informales consolidados debido a la migraciones locales y regionales. Entre los barrios burgueses se distingue el Barrio El Prado, desarrollado a partir de los principios urbanísticos del Movimiento Moderno, siguiendo el modelo de Ciudad Jardín, constituyéndose de esta manera, como el principal hito urbano de la ciudad en siglo XX. Es así como el Prado se caracterizó por la continuidad de su trazado y por erigir sobre cada uno de sus terrenos, edificaciones de estilos arquitectónicos equiparables a las que se construían en ciudades norteamericanas e inglesas de la época. Entre estas edificaciones, hoy patrimoniales se destacan la construcción de cincuenta y cuatro viviendas aisladas para la élite de Barranquilla, el Hotel El Prado y la puesta en funcionamiento del Country club. El transcurrir del tiempo ha generado en el Barrio El Prado transformaciones funcionales que fueron modificando sus símbolos e imaginarios. Sin embargo, su declaratoria como Bien de Interés Cultural de carácter Nacional, a través de la Resolución 0087 el 2 de febrero de 2005, ha impedido la modificación estructural de sus piezas arquitectónicas patrimoniales, antejardines, patios y la mayoría de las especies vegetales, así como tampoco el trazado urbano. Actualmente en el barrio se vive una confluencia de manifestaciones integradas y complementarias, partiendo de aquellas propias del uso residencial en el Caribe, conjugadas con el desarrollo de actividades culturales en el espacio público, las cuales se articulan con escenarios culturales y artísticos que, con el tiempo se han establecido en el barrio. Esta confluencia ha generado una sinergia entre el modelo de Ciudad Jardín, la cotidianidad residencial propia del Caribe que habita parte del patrimonio arquitectónico, la cultura alojada en edificios patrimoniales y sus amplios espacios públicos, reafirmando lo vivo como una condición a considerar desde un patrimonio comprendido como cuestión de futuro. Una comprensión que, también pone en valor las manifestaciones humanas poco reconocidas, ya que con ello el territorio adquiere otros potenciales. Es así como la iniciativa del Museo Vivo El Prado potencia este valor como proceso de regeneración urbana. El potencial valor de lo vivo, estructurado bajo el concepto de Museo, mediante el proceso de regeneración urbana, comprende al Barrio El Prado como un territorio de oportunidades clave en la gestión cultural y de innovación, mediante la puesta en marcha de otros modelos económicos, que excluyan la posibilidad de gentrificación. De esta manera esta investigación se sumerge en una profundización sobre estudios de regeneración urbana, la comprensión de la imagen de la ciudad como obra de arte y la investigación sobre la significación de museo en distintas instancias. Concretando de esta forma, la concepción de Museo Vivo como la definición de espacio urbano que, en primera instancia no saca su colección del contexto, sino que, por el contrario, genera la colección en torno a ella, tomando partida del sistema espacial, cultural dinámico, simbiótico, socialmente equilibrado, en el cual se desarrollan dinámicas democráticas y espontáneas que fundamentan y sustentan un sistema de equilibrios económicos, naturales y culturales. No se trata de crear un medio inerte intocable, sino de permitir acciones y relaciones entre visitantes y habitantes que potencien esas dinámicas. Es así como El Museo Vivo El Prado, propuesto como un distrito de innovación cultural y creativo, no solo generará impacto y retribución económica, sino que posibilitará la transformación de imaginarios colectivos, fundamentando sus identidades y consolidando su imagen. Lo cual se verá favorecido por su planificación urbana inicial y dinamizadas por las formas de habitar que discurren en este entorno patrimonial, pudiéndose reconocer como una “marca propia”, desde el marketing territorial en cuanto a su reconocimiento y promoción dentro de la ciudad a partir del fomento de la economía naranja, la cual es una de las metas del Gobierno Nacional Colombiano. De este modo el Museo Vivo El Prado, se proyecta a partir de la comprensión del patrimonio como una cuestión de futuro, separándose de la concepción tradicional de museo, esto es, una concepción estática, inerte, inanimada, que saca la colección de su contexto y que utiliza los edificios como soportes para otras artes. Por el contrario, el Museo Vivo El Prado Ubica el concepto de museo en la dimensión de la gestión y regeneración urbana conjugada con procesos de economía creativa, para ser entregadas a un espacio democrático, de uso público, libre y al aire libre. Es así como el espacio urbano es el propio museo, sus límites, el territorio sobre el cual se posa el patrimonio administrativamente definido y el cielo como su confín superior.