Este artículo ofrece una visión de las estructuras locales en España, un país con un gran número de municipios (más de 8.110) pero sin una política dirigida a la racionalización y simplificación de esa fragmentación. El asociacionismo local ha acreditado ser un movimiento demasiado anárquico, en el que los municipios celebran acuerdos por razones muy diversas y prestan todo tipo de servicios, pero sin una pauta común. Peor aún, un gran número de mancomunidades realmente no funcionan y sólo existen sobre el papel. Este mapa local fragmentado es muy desequilibrado porque casi el 40 por ciento de las población española reside en un pequeño grupo de 62 municipios con más de 100.000 habitantes, que representan el núcleo del poder local en España. El tradicionalmente uniforme mapa local español, basado en el modelo francés, ha introducido por ver primera un modelo específico para las grandes ciudades en 2003, teniendo en cuenta la complejidad de su gobierno y su contexto de gobernanza. También las dos principales ciudades españolas –Madrid y Barcelona– disponen de leyes especiales aprobadas por las Cortes Generales en 2006. Sin embargo, las áreas metropolitanas funcionales españolas presentan un bajo perfil institucional debido a la resistencia de las Comunidades Autónomas –el nivel político regional con potestades legislativas para crearlas o suprimirlas– para institucionalizar esas áreas urbanas, que son percibidas como potenciales competidores políticos. Finalmente, el tradicional segundo nivel local, la provincia, ha experimentado un sustancial recorte de sus competencias tras la creación de las Comunidades Autónomas en 1979-1983. En teoría, el principal papel de la provincia es la cooperación económica, técnica y jurídica con los municipios pequeños y medios, pero realmente este papel puede ser perfectamente desempeñado por las Comunidades Autónomas y la provincia representa de hecho un terreno para el clientelismo político y un espacio privilegiado y confortable para las élites políticas locales que perfectamente puede suprimirse, especialmente en el contexto de una profunda crisis económica y de reducción de los recursos públicos.This paper offers a vision of the local structures in Spain, a country with a large number of municipalities (more than 8.110) without any policy addressed to the rationalization and simplification of such fragmentation. The local associationism has proved to be a mostly anarchic movement, where municipalities make arrangements for very different reasons and delivering all kind of services, but without a common pattern. Even more, a large number of “mancomunidades” (voluntary associations of municipalities) actually doesn’t work and exists only in theory. This fragmented local map is very unbalanced because almost 40 per cent of the Spanish population lives in a small group of 62 municipalities with more than 100,000 inhabitants, which represent the core of the local power in Spain. The traditionally uniform Spanish local legal framework –based in the French model- has introduced for the first time a specific model for the largest cities in 2003, taking into account the complexity of their government and governance context. Also the two main Spanish cities –Madrid and Barcelona– have special laws approved by the Spanish Parliament in 2006. Nevertheless, the Spanish functional metropolitan areas present a low institutional profile due to the resistance of the Autonomous Communities –the regional level with legislative powers to establish or suppress them– to institutionalize these urban areas as they are perceived mostly as political competitors. Finally, the traditional second local level, the province, has experienced a substantial cutback of its competences after the establishment of the Autonomous Communities in 1979-1983. In theory, the main role of the province is the economical, technical and legal cooperation with the small and medium size municipalities, but actually this role could be implemented by the Autonomous Communities, and the provinces means an arena for the political clientelism and a privileged and comfortable space for the local political elites that could perfectly be suppressed, especially in a context of deep economic crisis and reduction of public resources.