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Este artículo se sitúa en una encrucijada historiográfica en la que la historia de las emociones se combina con otros enfoques con el objeto de indagar en las claves culturales profundas de la acción política. No entiende la historia de las emociones tanto como un campo específico de estudio sino antes bien como una sensibilidad analítica que puede ser empleada transversalmente y potenciada con los aportes de otros enfoques. Desde estos planteamientos, se aproxima al Romanticismo como un “régimen emocional”, tomando pero a la vez discutiendo el concepto acuñado por William Reddy. En este marco, se considera la masculinidad como una cuestión fundamental en la configuración del orden político y sentimental liberal posrevolucionario, analizándose algunos espacios de creación de la virilidad burguesa. En la última parte del artículo, se confronta el conjunto de normativas que configuran este régimen con las líneas de fisura y fractura existentes en paralelo a su misma imposición. Para ello, se extraen de la historia biográfica algunas preguntas y posibles respuestas sobre los factores culturales que posibilitaron el desbordamiento y superación de este régimen emocional, apuntando finalmente una interpretación sobre el Romanticismo como estilo emocional.