A partir de la documentación conservada, se puede considerar que la formación de los patrimonios eclesiásticos africanos, inexistentes en época de Cipriano, comenzó a finales del siglo III y se completó a lo largo del siglo IV. Sin embargo la interpretación de los historiadores del siglo XIX tendió a engrosar, de una manera desproporcionada, la extensión y composición de los patrimonios eclesiásticos en época preconstantiniana. Desde el siglo IV, estos diversificados patrimonios —católico, donatista y monástico— aumentaron notablemente gracias a la protección de la legislación imperial y a los nuevos medios de garantizar y aumentar los recursos: evergetismo privado, patronazgo imperial, instrumentalización económica del culto martirial e incorporación del patrimonio de herejes y paganos.